martes, 26 de mayo de 2020

"EL GRITO" EDVARD MUNCH - 1893

Los  cuadros  de  Edvard  Munch  en  los  cuales  incorpora  el  pathos al  arte,  demostrando  un  saber  hacer  con  su  propio  dolor  desde una mirada adulta, tuvieron un sentido aún incomprendido en su época. La articulación del psicoanálisis con el arte lo ilumina. 
Creemos que existe evidencia contundente sobre la patología psiquiátrica en la vida de Munch y como influyó en sus obras, hecho que el mismo artista reconoció y afirmó que no habría podido desarrollar su arte sin la enfermedad que sufrió. Analizando la biografía de Munch, es más plausible que la famosa obra haya sido influenciada por su trastorno psiquiátrico.
La hipótesis de cambios atmosféricos provocados por la erupción del volcán Krakatoa es atractiva; sin embargo, no coincide con la fecha en que Munch concibió "El grito", que es en 1893. La descripción de Munch sobre la concepción de la obra data de 1891 y no 1881 como afirman Young y Finn, es decir, 8 años después de la erupción. Munch reconoció que se encontraba en un período de crisis de su enfermedad cuando pintó la obra.
Existen otras pinturas, como "Ansiedad" (1894) y "Melancolía" (1896), que presentan cielos muy semejantes al de "El grito", pero las fechas tampoco coinciden. Munch reconoce que en "El grito", él realmente sintió un grito interno, "el llamado de la naturaleza", afirmando que todo surgió más bien como una experiencia interna y no necesariamente gatillada por algún fenómeno externo.
Durante toda su vida Munch se interesó en la emoción que lo motivó para realizar sus obras. Así, en un período posterior, afectado de una enfermedad ocular, produjo una pintura, titulada "El Sol", en la que expresa conscientemente la alteración de colores que le provocaba su trastorno visual. Por lo tanto, se deduce que el artista tenía la capacidad para determinar cuáles fenómenos y experiencias influían en sus obras.
Un documental, organizado por expertos del Museo Munch de Oslo sobre la vida y obra de Munch, presentado este año en nuestro país, y una completa retrospectiva de la obra del pintor organizada en la galería Tate Modern de Londres, en el año 2012, no mencionan la hipótesis de erupciones volcánicas como un factor que haya influido en la génesis de "El grito".
Si consideramos la hipótesis de cambios atmosféricos provocados por erupciones volcánicas, deberíamos analizar los cielos que podemos apreciar en las obras de Van Gogh, principalmente las de su último período, así como en algunas obras de Gauguin. Siguiendo el postulado de Young y Finn ¿estos serían también el producto de fenómenos atmosféricos? Tampoco nos parece una hipótesis atendible.
Los autores mencionan una frase de Edvard Munch (1863-1944) que dice "Pintar es lo que el cerebro percibe a través del filtro de los ojos", lo que lo hace creador de un estilo propio: el expresionismo. Todo esto es correcto y el mismo Munch dijo que pinta lo que ve y lo que recuerda que vio y, en el año 1881, registró en su diario la concepción de su más famosa obra, "El grito", donde escribió "Estaba caminando con 2 amigos. Luego el sol se puso, el cielo bruscamente se tornó color sangre, y sentí algo como el toque de la melancolía. Permanecí quieto, apoyado en una baranda, mortalmente cansado. Sobre el fiordo azul oscuro y de la ciudad, colgaban nubes rojas como sangre. Mis amigos se fueron y yo otra vez me detuve, asustado con una herida abierta en el pecho. Un gran grito atravesó la naturaleza". Miranda et al mencionan que Gerard de Nerval (1808-1855) hizo una descripción similar en una de sus crisis maniacas y tanto ellos como otros citados en dicho opúsculo, proponen que Munch estaba cursando la fase maníaca de un cuadro bipolar.
Munch describe un atardecer, esos tonos amarillos, anaranjados y rojizos de dichos atardeceres se deben a la presencia de partículas suspendidas en la mezcla de gases que constituyen nuestra atmósfera. Cuando la luz incide sobre los átomos y moléculas que hay en la atmósfera, ocasiona que los electrones comiencen a vibrar con una frecuencia cuyo valor depende del tamaño de la partícula sobre la que está incidiendo el haz de luz. La luz es una onda electromagnética en la que, del espectro visible, el violeta y el azul son los colores de frecuencias más altas (o, en otros términos, de longitudes de onda más bajas). Cuando el cielo se ve "limpio" o azul, indica la presencia de moléculas de nitrógeno y oxígeno en nuestra atmósfera que dispersan en alta frecuencia, sin la presencia de otras partículas o aerosoles. Por el otro lado del espectro visible, tenemos que el amarillo, el naranja y el rojo -de frecuencias más bajas y longitudes de onda más altas- se transmiten casi sin dispersión alguna, con una excepción muy importante, que se produce cuando la columna de aire que debe atravesar la luz para llegar a la superficie terrestre es de mayor espesor, y esto ocurre durante la puesta del sol o cuando se hallan suspendida en la atmósfera otras partículas que permiten la dispersión de la luz con esas frecuencias.
¿Munch pintó lo que vio o fue fruto de la fase maniaca de un cuadro bipolar? Si bien la ciencia no puede decirnos el número de decibeles alcanzados por la persona que grita en la pintura, sí es capaz de echar luz sobre lo que ocasionó el fuerte estado emocional que llevó a Munch a crearla: el cielo rojo sangre, coloreado con la presencia de cenizas procedentes del volcán Krakatoa. El grupo de Donald Olson y col. mostraron que los años en que Munch pintó la tríada de cuadros con atardeceres rojos de fondo coincidieron con los posteriores a la erupción del Krakatoa, en 1883. En esa época, durante varios meses, el mundo entero pudo contemplar la atmósfera coloreada por las cenizas volcánicas en su prolongado recorrido: comenzó en el hemisferio sur, luego pasó por el ecuador y, finalmente, alcanzó latitudes altas como aquella en la que se encuentra Noruega. Esto echa por tierra la hipótesis actual de que, en realidad, la experiencia relatada por Munch había sido completamente interna y psicológica, sin ninguna relación con la realidad externa. Lo que sí es verdad es que los halos que rodean al protagonista de El grito y a muchos otros personajes de Munch son producto de ciertas drogas alucinógenas.
En 2007, un grupo interdisciplinario de científicos y artistas encabezados por Christos S. Zerefos, del Observatorio Nacional de Atenas, obtuvieron a través de los atardeceres retratados por varios pintores representativos de los siglos XIV a XIX, valiosa información sobre el efecto de las erupciones volcánicas en el clima de nuestro planeta.
Los resultados mostraron que los artistas analizados durante ese período de cuatrocientos años captaron con gran precisión en sus obras los colores de los cielos generados por las once erupciones de gran magnitud que ocurrieron en esos siglos, como la de los volcanes Awu (Indonesia, 1641), Katla (Islandia, 1660), Babuyan Claro (Filipinas, 1831), Cosiguina (Nicaragua, 1835) y, por supuesto, Krakatoa (Indonesia, 1680 y 1883). Quinientos fueron los lienzos cuya coloración analizaron los investigadores; ciento ochenta y uno, los artistas reunidos en un catálogo sin parangón en el mundo del arte -entre los más famosos: Claude Lorrain, Joseph Mallord, William Turner, Caspar David Friedrich, Edgar Degas y Gustav Klimt- y en el que lo único que todos ellos compartían era la atmósfera de sus cuadros.
Concluimos que Munch pintó lo que vio, influido o no por la subjetividad lógica de un paciente bipolar. Quizá si él hubiera conocido este fenómeno atmosférico, El grito, nunca hubiera existido.

FICHA DE LA OBRA.


Año.
1893.
Autor.
Edvard Munch, 1893.
Técnica.
Óleo, temple y pastel sobre cartón.
Estilo.
Expresionismo.
Tamaño.
91 cm x 74 cm.
Localización.
Galeria Nacioanal de Noruega, Oslo – Noruega.



El grito (en noruego Skrik) es el título de cuatro cuadros del noruego Edvard Munch (1863-1944). La versión más famosa se encuentra en la Galería Nacional de Noruega y fue completada en 1893. Otras dos versiones del cuadro se encuentran en el Museo Munch, también en Oslo, mientras que la cuarta versión pertenece a una colección particular. En 1895, Munch realizó también una litografía con el mismo título.
En los últimos años, la obra, en dos versiones diferentes, ha sido objeto de robos de gran repercusión mediática. La versión más conocida, la de la Galería Nacional, fue robada en febrero de 1994, y fue recuperada en una acción policial doce semanas más tarde. En agosto de 2004 se produjo el robo de una de las versiones expuestas en el Museo Munch. Dos años después, el 31 de agosto de 2006 la policía noruega anunció la recuperación de la pintura, en buen estado.
La versión que llevaba 70 años en manos del noruego Petter Olsen, cuyo padre había sido vecino, amigo y luego mecenas de Munch, fue subastada el 2 de mayo de 2012 por 119,9 millones de dólares, en la casa Sotheby's de Nueva York, convirtiéndose así en la obra más cara vendida en una subasta.
Todas las versiones del cuadro muestran una figura andrógina en primer plano, que simboliza a un hombre moderno en un momento de profunda angustia y desesperación existencial. El paisaje del fondo es Oslo visto desde la colina de Ekeberg. El grito está considerado como una de las más importantes obras del artista y del movimiento expresionista, constituyendo una imagen de icono cultural, semejante al de la Gioconda de Leonardo da Vinci.
El cuadro es abundante en colores cálidos de fondo, luz semioscura y la figura principal es una persona en un sendero con vallas que se pierde de vista fuera de la escena. Esta figura está gritando, con una expresión de desesperación. En el fondo, casi fuera de escena, se aprecian dos figuras con sombrero que no se pueden distinguir con claridad. El cielo parece fluido y arremolinado, igual que el resto del fondo.
Existe hasta cuatro versiones sobre el mismo tema, aunque la composición esencial formado por un personaje andrógino y las dos figuras que se alejan, se repiten en ambas pinturas. El paisaje retratado es la ciudad de Oslo vista desde la colina de Ekeberg. Por otra parte, la distintas versiones han sufrido sonoros robos. Actualmente se ha convertido en una obra muy célebre y reconocida por todo el mundo, rivalizando en ese aspecto con otra obra maestra como La Gioconda.

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